Música, espontaneidad y sanación

En este post te comparto la experiencia de un taller realizado en la asociación ADIVAC (Asociación para el desarrollo integral de personas violadas A.C)

La pregunta por la capacidad de la música para sanar venia rondando mi cabeza hace varios años. Esto de la música de las esferas, la relación música-vibración.cuerpo-salud acompañaban mis lecturas y reflexiones de los últimos años. Aunado a esto, la revolución del arte en el siglo XX que venía estudiando recientemente sembraron en mi la inquietud de explorar el potencial “clínico” del arte. Término que más que recurrir a la idea de la músico-terapia ,refería a la capacidad del arte de crear líneas de fuga como propone el filósofo Gilles Deleuze de quien adopto dicha terminología. ¿Podría entonces al arte sonoro proporcionar un vehículo para la creación de nuevos territorios, de crear nuevos devenires que en vez de plasmar el dolor de quien ha sufrido algún tipo de violencia sexual , pusiera en marcha a la máquina de producción?. Tal era la inquietud con la que empezaba yo a asistir a las sesiones en ADIVAC.

Un grupo de 5 mujeres adultas abrieron su corazón a este desconocido, no sin varias sesiones de preámbulo en las que compartimos música, un poco de yoga y un poco de rollo (indispensable para comprender esto de la música contemporánea y el arte sonoro). Se proyectaron partituras, hicimos ejercicios de respiración y asanas elementales, escuchamos piezas de música “tradicional” y contemporánea, se exploró el concepto tradicional de música para luego desembocar en las fascinantes locuras de Stockhousen y cosas por el estilo. Sospechaba yo que esto de que el arte contemporáneo solo es para la elite, era un prejuicio que habría que enfrentar. No puedo decir que ahora, estas chicas suenan en su casa a Ligeti, Varese o alguno de estos personajes. Pero si puedo decir que al menos una de ellas compartió conmigo su experiencia de abrirse al mundo sonoro circundante: “Ahora que voy por mi hija a la escuela, me percato de cómo se entrecruzan los sonidos de los camiones, claxons, el viento entre otras cosas” me contaba. He de decir que satisfacción tan grande sentí al ver la posibilidad de que una persona que ni idea tenía de Mozart, Bach o algún otro compositor conocido, pudiera experimentar la riqueza de su mundo sonoro , sus silencios , sus amplias posibilidades. El nombre de Cage también reverberaba en mi cabeza.

Otras me compartieron la interesante experiencia de sentir su cuerpo, de sentir como los sonidos provocaban distintas vibraciones en distintas partes del cuerpo. De sentir que podían “cantar”,gritar, murmurar sin que nadie las juzgara. Otra de ellas, en una ocasión pudo contactar con alguna melodía que le evocaba imágenes de su niñez impregnadas del dolor experimentado. Era la más tímida, la única que nunca pudo platicarme un poco de su historia. El dolor ahogaba su voz en un temple casi cristalino. Y ahí, en medio de los gritos y murmuros de todos, su melodía resurgía a instantes proclamando el tiempo opaco de las ondulantes vociferaciones. Tiempo perdido quizá en un lamento del que no sabía como escapar. Ahora me invade un sentimiento de satisfacción afortunadamente a pesar de lo difícil que en ocasiones fue el confrontar el dolor ajeno. Sus historias removían en mí profundos temores. Compartía con ellas la fragilidad humana, lo vulnerable y complejo de la sexualidad humana que acecha permanentemente nuestros espacios. Su llanto era mi propia voz proclamando el afecto tan ansiado de los humanos. Y junto con el llanto, hubo también risas, alegría. Vislumbre en momentos líneas de fuga que, sin embargo, no pudimos ya explorar por lo corto del taller. Nos divertíamos haciendo música. Pudimos expresar también el humor que cada quien posee. Y sonoramente, ¡que decir ¡, hubo resultados muy interesantes musicalmente que desafortunadamente se perdieron por un capricho de la tecnología. O es que quizá la compu no quería registrar dicho testimonio. En fin, lo importante era el proceso, siempre pensé. Lo bailao nadie nos lo quita. Esta es la gran lección; el ejercicio de dar sin esperar nada a cambio. La apertura a la experimentación, a la exploración. Esto de la no intención, de abandonar las expectativas , el fruto de las acciones. Y paradójicamente brota por si sola la recompensa: se despidieron muy agradecidas e incluso una de ellas me obsequió una agenda hecha por ella misma de papel reciclado junto con un pequeño insectito de papel muy bonito.

3 thoughts on “Música, espontaneidad y sanación

Leave a comment

Design a site like this with WordPress.com
Get started